19 de abril de 1810
211 años de la Proclamación de
la Independencia de Venezuela
“El
pueblo estaba allí, en la calle, dirigido por la juventud revolucionaria,
haciendo uso por primera vez de su soberanía. Emparan, quien se vio perdido, se
acercó al balcón y preguntó a los que estaban congregados en la plaza:
-¿Están ustedes contentos de
mi gobierno?
-¡No! ¡No! –gritó dentro del
tumulto el médico sanfelipeño doctor José
Rafael Villarreal.
-¡No
lo queremos! -¡No lo queremos! –Completó la henchida voz
de la multitud amotinada.
A Emparan no le quedó otra
alternativa que resignar el mando. Este fue el momento culminante de la
revolución.
Había surgido Venezuela como
Estado independiente” (MAGALLANES Manuel Vicente / Historia
política de Venezuela)
Emparan dijo: "Pues, yo tampoco quiero mando"
Un jueves santo de 1810,
específicamente el 19 de abril se inició en Caracas el comienzo de una etapa en
la historia de Venezuela.
En este día, EL CABILDO
DE CARACAS, con el apoyo de parte del pueblo y de importantes sectores de las
fuerzas armadas, tanto de los batallones de veteranos como de milicias, así
como de destacados personajes del clero, la sociedad, de los intelectuales,
depuso al Gobernador y Capitán General Vicente Emparan y a los demás altos
funcionarios españoles, enviándolos al exilio. Dicho movimiento revolucionario
que se llevó a cabo de una manera incruenta, en definitiva tuvo un impacto en
los campos político, económico, social y cultural no sólo de Venezuela sino de
toda Sudamérica.
La noche del 18 al 19,
los complotados se reunieron en la residencia del médico José Angel de Alamo.
La idea era aprovechar que el Jueves Santo Emparan debía asistir con el Cabildo
a la catedral para las ceremonias religiosas, y así obligarlo a participar en
una reunión, estilo cabildo abierto, donde los criollos plantearían la
situación y exigirían la opinión del gobernador con respecto a lo que ocurría
en España.
Los miembros del Cabildo
partidarios de constituir una Junta se valieron del alcalde José de las
Llamozas para convocar a un cabildo extraordinario, aunque él no estaba
autorizado para tal convocatoria. Pero en esta trampa cayó Emparan, y al
asistir al Ayuntamiento convalidó el acto.
Eran las 8 de la mañana. Luego de varias intervenciones en apoyo o rechazo a la constitución de la Junta, y cuando empezaba a caldearse el ambiente, Emparan cortó el debate, alegando que eran dadas las 9 de la mañana, hora de iniciarse los oficios del Jueves Santo.
De inmediato, el
gobernador se encamina hacia la catedral caraqueña con paso decidido. Cuando
estaba al llegar a las puertas del templo, Francisco Salias lo detuvo
enérgicamente, conminándolo a que regresara al Cabildo, porque «está en juego
la salvación pública».
Ante tal irrespeto a la primera autoridad venezolana, la fuerza armada intentó arrestar a Salias, pero su jefe, el capitán Luis de Ponte, siguiendo instrucciones del Inspector General, Fernando Rodríguez del Toro, también de los comprometidos, no permitió a ningún oficial ni soldado que actuara. Esta actitud, más la decidida y persuasiva intervención del alférez real Feliciano Palacios Blanco, prácticamente obligaron a Emparan a devolverse al Cabildo.
Ante tal irrespeto a la primera autoridad venezolana, la fuerza armada intentó arrestar a Salias, pero su jefe, el capitán Luis de Ponte, siguiendo instrucciones del Inspector General, Fernando Rodríguez del Toro, también de los comprometidos, no permitió a ningún oficial ni soldado que actuara. Esta actitud, más la decidida y persuasiva intervención del alférez real Feliciano Palacios Blanco, prácticamente obligaron a Emparan a devolverse al Cabildo.
Llena la sala a toda
capacidad, en una reunión que se hacía cada vez más tormentosa, se llegó hasta
el extremo de proponer al propio Emparan que presidiera la Junta que estaba por
formarse, pero se opuso radicalmente el canónigo José Cortés de Madariaga,
sacerdote chileno decididamente partidario de la independencia absoluta.
Ante la imposibilidad de
llegar a algún acuerdo, Emparan optó por asomarse al balcón y preguntar a la
multitud si querían que él siguiera gobernando.
El pueblo caraqueño, que
no estaba preparado para un cambio tan repentino, contestó inicialmente ¡SÍ!.
Detrás de Emparan se había colocado con toda intención el canónigo Madariaga,
quien hizo señas al público, para que contestara que no querían al gobernador.
En esa vacilación estaba el pueblo, cuando el médico yaracuyano José Rafael
Villarreal, de acuerdo con Madariaga, empezó a corear «¡NO, NO LO QUEREMOS!»
En cuestión de pocos
instantes, ya todo el pueblo estaba sumado al ¡NO! de Madariaga y de Villarreal.
Ante la renuncia forzada de Emparan este dijo: "Pues, yo tampoco quiero mando"
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